Jorge ‘Mortero’ Aravena: “Católica me dio la posibilidad de ser profesional, y el fútbol me lo dio todo. Amor eterno a la UC”

Si bien el fútbol también está en cuarentena, el legado de nuestros ídolos está ahí, añejándose como un buen vino, en la mejor cava de nuestra memoria. 

En ese sentido, un buen ‘etiqueta dorada’ de Universidad Católica es Jorge Aravena Plaza, ‘El Mortero’. Sin duda, una de las mejores zurdas que ha dado el club y uno de los volantes más goleadores de la historia del fútbol chileno.

¿Cómo llegó a Universidad Católica?

«Siempre me gustó la Católica. Yo jugaba en una categoría juvenil del Club Lan Chile. Mi padre trabajaba en la compañía y se dio que esa temporada fuimos invitados a competir con los equipos más grandes de Chile. Así fue como enfrentamos a la UC, en lo que hoy es el estadio de la Corfo, en Las Condes. Católica tenía un equipazo, el primer tiempo lo ganó 2-0. Lo empatamos sobre el final, con un gol mío. Cuando la UC salía desde la mitad, apretamos, ganamos una falta en la argolla del círculo central y definí rápidamente desde ahí, por sobre el portero, ¡fue un golazo!», recuerda con un dulce tono de alegría. 

Así fue como al terminar aquel partido, Manuel Rodríguez lo invitó a unirse a las inferiores de la UC. “Ah, y le voy a contar una cosa, antes de llegar a la UC, me probé en la U y me dijeron que no tenía las condiciones para jugar al fútbol”, ríe, humildemente, el autor del ‘Gol Imposible’.

Ya habiendo debutado en primera división con la UC, y tras un par de préstamos a Santiago Morning y Naval de Talcahuano, ‘El Mortero’ volvió a Católica y enseguida explotó levantando la Copa Chile y la Copa La República, ambas en 1983. Ese año, en Copa Chile, marcó 23 goles en 23 partidos. Máximo registro en la historia de la competición.

Se forjaba el legendario equipo de Ignacio Prieto, que luego ganaría el Campeonato Nacional 1984, tras 18 años sin haberlo conseguido.

“Ese año (1984) Católica tuvo un equipazo, me tocó ser el goleador del equipo (28) y fuimos campeones. También nos tocó el honor de ganarle una final al FC Barcelona, en España. Fue algo muy lindo, todo el estadio nos aplaudió de pie. Nadie esperaba que ganáramos”. La UC ganó 3-2 aquella definición. ‘El Mortero’ marcó el segundo y tercer gol de la final. Épico.

Tras pasar una temporada por el Valladolid de España, donde lo dirigió Vicente Cantatore, fichó en el Deportivo Cali colombiano. Corría el año ’86 y había que ser valiente para ir, y llevar a la familia, a vivir a un país que ese mismo año debió ser sede del mundial y que no pudo serlo debido a la inestabilidad política frente al narcotráfico.

¿Le tocó vivir alguna mala experiencia en Colombia?

“Absolutamente ninguna. Recorrí todo el país, en una época donde el fútbol colombiano era muy fuerte. Me tocó compartir el medio campo con el ‘Pibe’ Valderrama y Bernardo Redin, el actual ayudante de Reinaldo Rueda en la Selección. Redin era buenísimo, y Carlos ni hablar. Hacíamos un fútbol espectacular (…) no logramos el título, pero fui el goleador del campeonato colombiano, con 23 goles”.

Luego fichó en el Puebla de México y no tardó en alzarse como uno de los máximos referentes en la historia de aquel club. Fue campeón y goleador (28), en lo que sería el último título que registra ‘la franja’ mexicana.

Número fijo en la Selección chilena de su época, ‘El Mortero’ vivió batallas bravas. “En mis tiempos no nos dejaban dormir. En Montevideo nos tiraban petardos al interior del hotel”, recuerda.

Justamente, a los charrúas le marcó su gol más recordado, el mítico ‘Gol Imposible’. Se definían las eliminatorias al mundial de México ’86 en Santiago, y ‘El Mortero’ clavó un tiro libre magistral, prácticamente sobre la línea de fondo. Sin ángulo y con la barrera a unos cinco metros de distancia. Un zurdazo imparable. “No fue casualidad, siempre me quedé practicando disparos después del entrenamiento”.

Posteriormente, en el partido de vuelta en Montevideo, restaban 2 minutos para el final, Chile estaba a un gol de la clasificación, cuando el árbitro -argentino- pitó una falta fuera del área uruguaya a favor de La Roja, a la pinta del ‘Mortero’. Era el momento decisivo. El mítico Estadio Centenario -y todo Uruguay- de rodillas, implorando clemencia. Futbolísticamente ya no podían hacer mucho, era Aravena y su zurda. “Tomé carrera, y cuando iba a impactar el balón veo que, desde un costado, un jugador uruguayo (Benancio Ramos) le lanza una mandarina al balón y me lo desacomoda justo antes de pegarle.” Recuerda.

Eran ‘las cosas del fútbol’ de aquella época. Había que jugar contra aquello y contra los intereses de los países del Atlántico. 

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Don Jorge, le doy un concepto y usted me dice lo primero que se le venga a la mente.

¿Universidad Católica?

Todo. Me dio la posibilidad de ser profesional, todo lo que soy y lo que tengo se lo debo al fútbol. Amor eterno a la Católica.

¿El mejor gol?

A Uruguay.

¿País favorito donde jugó en el extranjero?

Colombia y México. En México estuve más tiempo, pero en ambos lugares estuvimos muy cómodos.

¿Su mayor fortaleza?

La pegada.

¿El ‘Fantasma’ Figueroa?

Todo bien con el ‘Fantasma’, a veces nos contactamos por alguna referencia de algún jugador. Coincidimos la misma época en México.

¿Se veían?

No, allá lo que queda cerca, queda lejos.

¿Y el encontrón en San Carlos?

Son cosas que quedan en la cancha.

¿Algún sueño frustrado en el fútbol?

Jugar un mundial.

¿Qué entrenador lo marcó?

Tuve a varios, y muy buenos. Ignacio Prieto, Vicente Cantatore, ‘El Maestro’ Tabárez en Colombia, pero con Julio Comesaña (URU) se dio que ya tenía la idea de hacer los cursos de entrenador, y él fue muy generoso en compartirme sus conocimientos sobre la profesión.

¿Un amigo en el fútbol?

Raúl Ormeño.

¿Sueña con dirigir a la UC o a la Selección chilena?

Claro que sí. Sería un tremendo orgullo. Trabajamos día a día para lograrlo.

¿Qué le diría a los jóvenes que empiezan a hacer su camino en el fútbol?

Que trabajen duro por sus sueños.

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