Ese deporte extraño que mezcla la regularidad con lo impredecible

Messi y Neymar

Si el fútbol fuera un/a jugador/a, le haría un tiro con “comba” a la historia. Sería un cañonazo como el de Roberto Carlos, con aparente desviación, saliéndose por afuera de la barrera, pero que, con una irreverencia magistral, doblaría con un chanfle endemoniado para colarse en la red y provocar el abrazo hasta en el/la más incrédulo/a. 

La pelota es redonda no porque ruede mejor, sino porque representa, de alguna forma misteriosa, la vida misma. Es cíclica, blanca y negra, unida por miles de costuras y átomos que conforman un objeto lleno de simpleza y también fetiche, de diversión y de corrupción, a la vez y en el mismo tiempo-espacio. 

El balompié es eso, es dialéctica de la vida, y pese a que soy creyente acérrimo del apostolado que nos recuerda que “el fútbol es lo más importante dentro de lo menos importante”, me gusta creer que nos jugamos el oxígeno del mundo cada vez que el esférico rueda. 

Casi todas las contradicciones de la vida están presentes en su historia: nace entre burgueses y luego obreros ingleses, sus canchas de pasto no serían nada sin los/as futbolistas que alguna vez jugaron en la de tierra, la crisis global de la desigualdad pareciera no importarle a su egoísta dirección mundial -la FIFA-, pero cientos de deportistas, en cada territorio, utilizan su lugar privilegiado para devolver la ayuda al barrio, a la población y la villa desde la que salieron. 

Me inundan estas reflexiones porque precisamente ayer terminó un mes lleno de él y, para variar, lo predecible y lo impredecible empataron 2 a 2 en un partido épico.

Los dos campeones de cada continente tienen mucho en común: la familia de muchos/as de los que el sábado celebraron (no la mayoría como creen algunos/as) llegaron en barcos desde el territorio al que le tocó festejar ayer.Ambas selecciones fueron campeonas del mundo, ambas han tenido inmensos jugadores a lo largo de su historia (el mayor ídolo de una fue también un “dios” en la otra) y ambas fueron las más regulares del torneo respectivo.

Por si fuera poco, los dos combinados nacionales añoraban volver a levantar una copa continental: la Albiceleste esperó 28 años y la Azzurra otros 53. Ambas se apoyaron en un puesto clave que parece otorgarles tranquilidad para rato: sus arqueros. Si bien Donnarumma es 6 años más joven que Martínez, el argentino parece un pibe que recién comienza a disfrutar del “picadito”. El italiano fue titular en el Milán antes de tener licencia de conducir, el sudamericano tuvo que esperar casi tres décadas para serlo en su selección. 

05.06.86 Italia vs Argentina, Puebla, Mundial de México 1986 – Diego Maradona y Gianluca Vialli abrazados tras el empate 1 a 1 – Créditos imágen IMAGO

Sí bien Italia no tuvo un Messi (no es algo que se encuentre en la esquina), ambas escuadras tuvieron un juego similar: esquemas matrices con un 4-3-3, poco remordimiento para defender cuando era necesario, y buen juego asociado con un volante central que debía ordenar, idealmente, la salida (Jorginho y Paredes respectivamente). Italia pareció a ratos una Argentina en sus mejores tiempos y los rioplatenses se mimetizaron con los azules cuando les tocaba perder la pelota. 

Entre sábado y domingo cuatro campeones del mundo dijeron presente en las canchas, vivimos dos clásicos mundiales donde se acumulaban 12 copas del mundo. Hoy, con la calma del pitazo final, ambos torneos me dejan una sensación interesante…se acaba una era para algunos gigantes, pero se viene un amanecer interesante y prometedor con cada uno de los procesos de recambio que pudimos evidenciar durante los últimos 30 días. 

Dentro de lo impredecible está el hecho de que el fútbol se ha encargado de demostrarnos que se puede ser campeón con un centrodelantero que no esté en racha. Y no me refiero a jugar con un “falso 9”, sino a lo que ocurre -o deja de ocurrir- cuando ese centrodelantero no anda amigado con la red: se ganan campeonatos. Obviamente es una ironía, pero no deja de tener antecedentes más que frescos: Francia en 2018 (Giroud 0 goles), Italia campeón 2021 de la Euro (Immobile 2 goles), Argentina campeona de América 2021 (Lautaro 3 goles). 

Siguiendo del lado de las ironías están Dibu Martínez, Lionel Scaloni y su tocayo Messi. Los 3 rompieron paradigmas de lo predecible: Martínez debuta como titular de su selección a los 28 años y en ese mismo torneo es parte fundamental del título que, desde la fecha cercana a su propio nacimiento, su país no tocaba.

Scaloni nos demostró (dejando un sinfín de periodistas picapiedras repartido en el césped) que no se necesita llenar de conceptos una conferencia, ser obsesivo con los datos y videos, hablar ronco y fumar habanos o ser un típico bonaerense de 65 años con un largo curriculum de anécdotas en bares y oficinas, para llevar a tú selección a los más alto.

Dejo para el final a Messi, que si bien tiene una similitud con lo absolutamente merecida que era la copa para la histórica dupla Bonucci-Chiellini, lo de la Pulga era de otro canal: nos invitó a una novela de 16 años en donde siendo (casi) indiscutidamente el mejor del mundo cada una de esas temporadas, no pudo levantar copa alguna con una de las camisetas más míticas de la historia. Parece que siendo de Chile, del Perú, de Ecuador, Bolivia o Paraguay (incluso siendo Neymar) sentíamos que era justicia deportiva que el pibe de Rosario riera y llorara -pero de alegría- con la camiseta albiceleste puesta y la 10 de Maradona en la espalda. 

Pero el fútbol es así, el mejor del mundo gana su primera copa con su selección casi al final de su carrera, otros debutan levantando una a los 28, y algunas duplas de centrales se pueden ir felices rumbo al merecido retiro. 

Todo esto es el fútbol, nada más ni nada menos que la vida resumida en historias, patadas, tácticas, exitismo, locura y barrio. Pero ojo, la hinchada popular no puede confundirse: esto no es la vida real, sigue siendo, por más que lo amemos con locura, un juego -el más bello de todos- que, como manifestación cultural, no nos debe desenfocar jamás de lo que pasa en nuestro entorno social. 

Las copas de este julio lluvioso y futbolero nos enamoraron como antaño, pero nunca debe inundar nuestro corazón más que la justicia y dignidad de los pueblos que le dan vida.  

Dr. Magrão

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Crédito imagen: IMAGO

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