La historia de Universidad Católica en esta versión de Copa Libertadores ha sido, hasta acá, espectacular; de las 4 fechas disputadas pasó, luego de las dos primeras, de estar última, casi acabada y de ser el rival a ganar a, luego de los últimos dos partidos disputados, meterse de lleno en la pelea por la clasificación y ser un rival de cuidado.
La victoria en cancha de Argentinos Juniors, además de histórica, debe ser sumada a las victorias ante Nacional en San Carlos y al triunfo inapelable sobre Unión La Calera por el torneo nacional (3×0). Y es que antes de eso, es decir, solo 2 semanas atrás, Católica estaba en el suelo, sin ideas, sin rumbo y con serias dudas sobre el funcionamiento que podría conseguir bajo la mano del flamante técnico de recorrido europeo Gustavo Poyet.
¿Qué cambió entonces? La verdad no mucho. Algunos de los canteranos volvieron a mostrar chispazos de talento (Montes, Valencia), Zampedri volvió a ser Zampedri y Poyet hizo algunos cambios trascendentes y de expresión de mando, como el cambiar a Fuenzalida y Puch durante el partido. Sí se mejoró bastante en defensa (1 solo gol concedido los últimos 3 partidos vs los 6 encajados en los 3 partidos anteriores) y sobre todo en la actitud, porque la verdad de las cosas ante Nacional y ante Argentinos no se estaba jugando bien antes del primero de los 3 goles convertidos ante Nacional ni antes del primero y definitivo contra Argentinos Juniors.
Pero esto señores es Copa Libertadores y ganar, importa. Sino pregúntenle a un uruguayo. Hoy es frente al tricampeón Nacional y un empate asegurará la clasificación de los cruzados a Copa Sudamericana, pero Católica ahora es CATÓLICA y luego de haber conseguido su segundo triunfo en Argentina y cambiar dramáticamente de status desde queso a rival de peso, irá por otra hazaña, esta vez derrotar a un cuadro uruguayo a domicilio por primera vez en marco de Copa Libertadores de América.
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Crédito imagen: Agencia UNO