A 71 años de la hazaña uruguaya

Un 16 de julio de 1950 se vivió una de las finales más recordadas de las Copas del Mundo. Un encuentro que marcó a muchos y dejó una huella indeleble en la gigante historia del fútbol mundial.

El lugar fue el mítico Estadio Maracaná de Río de Janeiro. Los finalistas en dicho Mundial fue el local, Brasil, y una sumisa selección uruguaya.

El encuentro se teñía antes de tiempo y esa era la tónica del partido. En los periódicos de la época ya auguraban una victoria brasileña, pero no solo eso, sino que por una apabullante goleada. Políticos visitaban a los jugadores antes del partido, se les ofrecía premios en dinero y hasta autos. Lo que más interesante fue el discurso del alcalde antes de iniciar el encuentro.

Brasileros, ustedes en unos minutos serán consagrados campeones del mundo. Ustedes que no tienen rivales en todo el planeta. Ustedes, que ya saludo como vencedores. Cumplí mi palabra construyendo este estadio. Cumplan ahora su deber, ganando la copa del mundo, declaró Angelo Mendes De Moraes.

Uruguay en cambio, llegaba al Mundial con una crisis deportiva. Por ejemplo, el técnico de charrúa había sido nominado un mes antes del torneo, además los jugadores venían de una huelga del 48´, y en el país no se esperaba una victoria.

Se inició el partido y los 200 mil espectadores miraban esperanzados que la Canarinha inaugurará el marcador, sin embargo, esto no se dio.  Y los primeros 45 minutos fueron de un mute inigualable en el estadio. Los espectadores se miraban unos a otros cuestionándose lo que estaba pasando, terminado el primer tiempo con una igualdad sin goles.

Comenzando la segunda etapa, la alegría despertó en el país de la salsa gracias al delantero Albino Friaça Cardoso. La alegría se desató, globos pañuelos, tronadores y muchos canticos se hacían notar en el coloso de Rio de Janeiro. Para Varela mediocampista uruguayo aquel gol debía ser anulado ya que según él, Albino estaba en posición de adelanto, por lo que comenzó a perseguir al árbitro ingles George Reader, éste no sabía hablar español y Varela tampoco inglés por lo que el alegato quedó en nada y siguió el encuentro.

El encuentro prosiguió, hasta que llegó el minuto 66´ cuando el mediocampista Juan Alberto Schiaffino Villano logra eludir a un defensor y con un lujoso remate logra la igualdad del encuentro. ¡Silencio total!

Faltaban 11 minutos para el término del partido, Julio Pérez tiene el balón, busca a quien distribuirla y ve al delantero Edgardo Ghiggia. Ghiggia recibe el balón,  este corre, ve a su alrededor y sigue corriendo y al estar frente a frente ante la portería remata a ras de suelo bien esquinado, tanto que el portero Barbosa no pudo alcanzar el balón. Generando la alegría de los relatores uruguayos de la época.

“¡Gol uruguayo!, ¡Compatriotas, no tengo por qué negar, que me están cayendo lágrimas de emoción para decirles alborozados que somos campeones del mundo!”, señaló en ese entonces el periodista Carlos Solé.

El estadio era una penumbra, un cortejo fúnebre, había desazón, pena, sorpresa, llantos de tristeza. La Canarinha estaba muda. Muchos se ensañaron con el portero Moacir Barbosa.

Para Uruguay, la alegría era inimaginable las calles era todo festejo. Existen relatos que señalan que en el estadio había un puñado de hinchas uruguayos que se hacían notar tras el desalojo del público brasileño con canticos apenas audibles.

El presidente de la FIFA en ese entonces era Jules Rimet quien le entrega, (para la desazón de los brasileños) el trofeo de campeón del mundo a Obdulio Varela.

Hoy 16 de Julio se cumplen 71 años de ese gol que pasó de ser hacer una hazaña a una leyenda a nivel mundial y una herida en el alma brasileña.

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Créditos imagen: RevistaUniversitaria

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